miércoles, 28 de octubre de 2009

El trabajo asalariado II Vladimir Lazo García

Al final del artículo anterior decía que el fin estratégico de la revolución es acabar con el trabajo asalariado, lo que significa acabar con el capitalismo, pues éste se fundamenta en aquel. Decía también que luchar sólo por la mejora del salario es luchar para que el capitalismo no finalice.

El socialismo persigue el fin de aquella relación fundamental, que es, el intercambio de trabajo por capital, o sea, la compra de fuerza de trabajo: el capitalista compra trabajo y lo paga por lo que cuesta reproducirse a largo plazo, y el trabajo le produce una cantidad de valor mayor que el salario, que es lo pagado por él, de allí extrae el capitalista el plusvalor. Todo empresario sabe lo que le cuesta cada empleado, y lo que le produce, que siempre es más.

El capitalista se apropia de la voluntad del trabajador junto con el tiempo de trabajo que le compra, y usa ambos en su beneficio dentro del sistema organizado por él, que es la empresa, por ello, la relación capitalista de producción es una relación despótica, y tal despotismo es constitutivo de toda la civilización capitalista, que lo reproduce en las constituciones, que consagran la democracia representativa o formal: democracia de forma, no de contenido, encubren el despotismo con una formalidad política.

Es necesario comprender lo anterior: toda crítica real y radical, como dice el Presidente Hugo Chávez, que se proponga acabar con el capitalismo, debe suprimir el sistema de la producción basado en el trabajo asalariado. Terminar con él, conduce a la construcción de una sociedad en la que la libertad, no sea la de pocos: aquellos que tiene el poder económico y político para ejercerse como ciudadanos libres, en una sociedad en la que las inmensas mayorías no lo tienen.

Lo que nos lleva a un tema esencial: la libertad nunca ha existido: desde la antigüedad existieron sólo sociedades despóticas: amos y esclavos; señores y siervos, capitalistas y asalariados: la razón del dominio despótico fue siempre la apropiación del trabajo ajeno para el enriquecimiento de los déspotas. El capitalismo es la última versión.

La libertad es entonces nuestro tema, pero junto con ella, la democracia, pues ésta y aquella se fundan recíprocamente. Pero es sólo el tipo de democracia en la que los pueblos y los ciudadanos participen de forma protagónica y, en consecuencia, sin que el trabajo pueda ser comprado para el enriquecimiento de unos pocos.

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